Pensamos en la piscina pero… ¿qué ocurre con el cloro que está en contacto día a día con nuestra piel en la ducha?
Como sabrás, el agua corriente puede contener una serie de productos químicos que se aplican para potabilizarla y desinfectarla, haciéndola apta para el consumo. Entre ellos se encuentra uno de los más comunes, el cloro.
Lo sorprendente y que quizá no sabías es que el cloro de la ducha puede entrar fácilmente en el torrente sanguíneo debido a su bajo peso molecular, que hace que pueda pasar fácilmente a nuestro cuerpo.
Por otro lado, en el agua el cloro entra en contacto con otras materias, creando la posibilidad de formar subproductos dañinos como los trihalometanos o THM. Un problema que se agrava con el uso de agua caliente por un motivo muy sencillo: al ducharnos a altas temperaturas se abren los pulmones, facilitando la inhalación de estos químicos.
Pero centrémonos en la piel: ¿cuáles son los efectos del cloro sobre nuestra dermis? El problema principal reside en el efecto que tiene sobre nuestro manto graso protector, ya que lo deteriora. Sin este manto graso protector en buen estado, es más probable que surjan los problemas de hidratación, por lo que debemos prestar más atención a este tipo de cuidados.
Además, al contener el cloro hipoclorito de sodio, la piel puede llegar a sufrir determinadas reacciones como los hinchazones, la irritación o la pérdida de melanina en zonas concretas.
¿Qué podemos hacer para evitar sus efectos? En primer lugar, es muy importante hidratarse constantemente para proteger el manto. Además, en la medida de lo posible debemos evitar ducharnos con agua clorada. ¿Cómo hacerlo? Instalando un sistema de tratamiento de aguas como el Olympia Plus de Grupo Corsa, el único descalcificador del mercado que, además de la cal, es capaz de eliminar el cloro del agua.
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