Lavarse la cara, fregar los platos, poner una lavadora, preparar la cena o disfrutar del necesario café por las mañanas. ¿Qué tienen en común todas estas rutinarias tareas? La respuesta es sencilla: que necesitamos agua para poder ejecutarlas. Y la lista continuaría sin apenas tener que esforzarnos.
Y es que el agua forma parte de nuestro día a día, aunque no seamos muy conscientes de lo mucho que gastamos. De hecho, tan sólo en el beber, de media, cada español gasta 1,5 litros al día, a pesar de que los expertos recomiendan un consumo de 2 litros diarios para mantenernos correctamente hidratados. Es un dato relativamente fácil de medir, ya que por lo general todos podríamos decir más o menos cuántos vasos de agua nos bebemos al día. Claro que, ¿qué ocurre con las demás tareas, esas acciones diarias que nos llevan a consumir agua? ¿Sabríamos decir cuánto gastamos en lavarnos los dientes, cocinar o tirar de la cisterna? ¿Tenemos conciencia los españoles de cuál es nuestra huella hídrica?
De acuerdo con la última Encuesta sobre el Suministro y Saneamiento del Agua realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), la cual data de 2016 y se basa en el volumen de agua registrada y distribuida en los hogares, el consumo diario medio de agua por español es de 132 litros. 132 litros, que parece descabellado, pero no lo es tanto. ¿Sabías que perdemos 1 litro de agua por cada 5 segundos que nos dejamos el grifo abierto? Imagínate, entonces, lo que supone una ducha: hablamos de entre 70 y 100 litros, dependiendo que permanezcamos debajo del grifo.
Y la lista sigue. Según Aquae Fundación, lavarse las manos o los dientes, unos 30 litros; poner una lavadora, 100; tirar de la cisterna supone un gasto de unos 10 litros y en cocinar empleamos de media unos 8 litros. Si bien no lo hacemos a diario, lavar el coche sale caro a nivel de huella hídrica, pues hablamos de unos 500 litros; algo más rutinario es el lavar los platos, tarea en la que empleamos unos 100 litros si lo hacemos a mano y unos 50 con el lavavajillas.
La huella hídrica y el cambio climático
El concepto de huella hídrica nace en 2002 en los países bajos, pero desde entonces muchas iniciativas de todo el mundo han acuñado la expresión para medir el impacto humano en los recursos hídricos del planeta y concienciar sobre la importancia de que conozcamos este dato.
Se trata de un indicador medioambiental que define el volumen de agua total usada para producir bienes y servicios; no hablamos sólo del agua consumida de forma directa, también de la empleada indirectamente para la producción de algún producto. Una hoja de papel, por ejemplo, no tiene nada que ver, a priori, con el agua, pero en realizad se han necesitado unos 10 litros para producirla; el proceso de producción de unos vaqueros se salda con unos 10.000 litros totales.
¿Y para qué se emplea el concepto? Pues para concienciar a la población sobre un correcto uso del agua y promover una transición hacia un uso sostenible, justo y eficiente de los recursos de agua dulce. Un cambio de mentalidad necesario para poder hacer frente a la escasez de agua dulce con la que nos toparemos en un futuro no muy lejano; una escasez marcada por el cambio climático, por el aumento de la población y por la urbanización y la industrialización.
Así, es menester que aprendamos a gestionar un buen uso del agua para poder hacer frente a un escenario que, de seguir con este ritmo, los expertos afirman estará marcado por una fuerte situación de estrés hídrico. O lo que es lo mismo, una demanda de agua dulce muy superior a la cantidad disponible.