Así como el agua es indispensable para las personas, lo es también para las plantas. Y de la misma manera que el disponer de un agua de calidad es beneficioso para nuestra salud, regar las plantas con un agua libre de cal y de cloro ayudará a que éstas crezcan fuertes y lustrosas. Aunque pueda parecer una obviedad, la elección del agua a la hora de cuidar de nuestro jardín es de vital importancia, pues la calidad del agua que empleemos para regar las plantas influirá directamente en su correcto crecimiento.
Pero empecemos por lo básico. ¿Por qué las plantas necesitan agua? La respuesta es de las fáciles: el agua es esencial para las plantas porque es la responsable de que puedan absorber los nutrientes de la tierra, necesarios para su desarrollo. Ya nos lo decían en Primaria: la suma de agua, de luz y de sales da como resultado la energía que necesitan las plantas para vivir. Sí, hablamos de la fotosíntesis, el proceso natural que tiene lugar en las plantas y que le permite transformar sustancias inorgánicas en materia orgánica. El agua resulta, así, esencial para el proceso, junto a los rayos solares, el dióxido de carbono y la clorofila; es además clave a la hora de transportar los nutrientes a través de la planta y sus células.
Habiendo recuperado la lección escolar que tan lejos nos quedará probablemente a muchos de nosotros, volvemos a lo que nos ocupa: ¿cómo puedo regar mis plantas para que éstas se vean bonitas y crezcan fuertes? Obviando las evidentes diferencias entre especies, y teniendo en cuenta que la frecuencia, la cantidad y la forma de riesgo variará según las necesidades de cada tipo de planta, en general todas necesitan lo mismo: luz, agua y ciertos minerales incluidos en el sustrato. Y un poco de cariño, que dicen que siempre ayuda.
Idealmente la mejor agua para regarlas es la de la lluvia, es la más natural y nutritiva, pero dado que aún no disponemos del poder de controlar a nuestro antojo la presencia o no de este fenómeno meteorológico, tenemos que tener un plan B. Además, en zonas con mucha contaminación tampoco es del todo recomendable. En cualquier caso, lo que sí podemos controlar es la calidad del agua que empleamos y, si bien depende mucho del pH que tolere cada planta, por lo general puede resultar perjudicial regar las plantas con agua que contenga cloro, calcio o flúor, sobre todo cuando hablamos de plantas delicadas; la cal marchita las flores y amarillea la hojas. Así, lo ideal será apostar por un agua de mineralización débil para asegurarse de que el agua utilizada no contiene niveles de estos compuestos.
Consejos útiles para regar las plantas en verano
En verano nuestra ingesta de agua aumenta, ya que es la forma que tenemos de no deshidratarnos por el calor. Con nuestras plantas ocurre lo mismo, así que tenemos que estar más pendientes del riego; pero ojo, tan malo es la ausencia como el exceso de riego. Siempre teniendo en cuenta que es esencial conocer las particularidades de cada planta, por lo general podrían ayudarte algunos tips como:
- No regar cuando en las horas con más sol del día. Apostemos mejor por el amanecer o el atardecer, para que el agua no se evapore con el calor y no se queme la superficie de la planta. Una tierra con menor temperatura ayuda a mantener la humedad y evitar su evaporación.
- No mojar las hojas. Aunque a nuestra mente nos viene la imagen de la regadera por encima, lo cierto es que esta manera de regar no ayuda; las hojas mojadas tienen tendencia a enfermar o a quemarse; así, mejor regar la tierra.
- Evitemos encharcarlas. Cada planta tiene su propio sistema de almacenamiento y sabe retener la humedad que necesita, pero por lo general hay que esperar a que el agua se absorba para no restarle aire a las raíces.
- El tiesto escogido influye. Las plantas que están en macetas tienen menos sustrato para retener la humedad, de ahí que necesiten que se rieguen más a menudo. De la misma manera, hay que tener en cuenta que el plástico retiene mayor humedad que las macetas de madera o de cerámica.