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Así afecta el bisfenol A en la infancia, el embarazo y la lactancia

Conocido popularmente como BPA, el bisfenol A es un producto químico utilizado sobre todo en la fabricación de plásticos, latas de alimentos o bebidas y biberones, del que ya te hablamos en este mismo blog hace algunos meses. 

Especialmente a raíz de un estudio publicado en el año 2013, las familias se alertaban al comprobar cómo los más expuestos a este compuesto son precisamente los niños entre 3 y 10 años, por una relación entre el consumo de alimentos y su peso corporal. .

¿Qué ocurre, por ejemplo, con el embarazo y la lactancia? Son muchos los estudios que han alertado sobre los peligros que el Bisfenol A puede suponer para las embarazadas, ya que es capaz de traspasar la placenta y llegar al feto. Aunque la reacción a esta sustancia difiere en cada persona y depende de factores como el tamaño o la edad, sí es cierto que en el caso de los fetos (con un metabolismo más lento) el bisfenol A se mantiene durante más tiempo en su organismo y por lo tanto se tarda más en eliminarlo por completo.

Por otro lado, otros estudios apuntan a las consecuencias que este tóxico puede tener sobre el aparato reproductor, el sistema endocrino, el desarrollo cerebral o incluso algunos tipos de cáncer. 

En la misma línea, otro estudio presentado en ENDO 2019 (un encuentro anual de endocrinos celebrado en Nueva Orleans, en Estados Unidos) y realizado directamente sobre embarazadas apuntaba a la modificación de sus ritmos circadianos tras su exposición al BPA, lo que puede causar hiperactividad en sus hijos. Unos riesgos que, además, pueden darse incluso cuando la exposición a esta esta sustancia ha sido baja

¿Qué hacer entonces para evitar exponernos a sus efectos? En primer lugar, lo más importante es utilizar cuantos menos envases posibles, recurriendo por ejemplo a un sistema de tratamiento de agua como el Osmotic que nos permita disfrutar de agua de calidad y buen sabor sin tener que recurrir a las botellas y garrafas. 

Además, debemos optar por productos que no lo contengan (identificando la composición en las etiquetas) y priorizar el consumo de alimentos y bebidas envasadas en materiales alternativos como el vidrio, la cerámica o el acero inoxidable.