Si te has pasado por nuestra nueva web y has visto nuestra última campaña sabrás que en Corsa somos partidarios de que, de todas las opciones del mercado en cuanto a filtración, tratamiento y purificación del agua, elijas la que mejor se adapte a ti y a las necesidades de tu familia. En resumen, #HazLoQueTeSalgaDelGrifo.
Por supuesto, trabajamos por ofrecer las mejores soluciones de tratamiento de agua para que bebas, te duches o laves tu ropa de la forma más ecológica posible. Y por supuesto nos preocupamos, a través de este blog, de ofrecerte toda la información necesaria para que sepas qué hay detrás de un agua de calidad y, en resumen, que estés bien informada o informado.
Hoy lo que nos ocupa es el agua que bebes, la que utilizas para hervir la pasta o con la que te preparas el café todas las mañanas. Y es que antes de continuar, una información previa: el agua que bebes ES IMPORTANTE. ¿Por qué? Estas son solo algunas de las razones.
La importancia de beber agua de calidad
- El agua es responsable, entre otras muchas cosas, de transportar todos los nutrientes a nuestras células.
- Nos ayuda a mantener una correcta temperatura corporal.
- Es responsable de lubricar nuestras articulaciones.
- Nos ayuda a eliminar las toxinas a través de la orina o la sudoración.
- ¡Y muchísimas funciones más!
Empecemos por lo básico: mineralización
A la hora de hablar de la calidad del agua que bebemos, uno de los conceptos que debemos tener claro desde el principio es la mineralización.
En este post anterior te lo contamos con todo lujo de detalle, pero resumiendo la información importante, hablamos de un agua de mineralización débil cuando no aporta calorías a nuestro organismo y por lo tanto está libre de grasas, azúcares…
El agua de mineralización débil posee entre 51 y 550 mg de residuo seco por litro, mientras que la ‘muy débil’ estaría por debajo de los 51 mg. Cuando se encuentra en estos parámetros, su composición mineral permanece constante y, por lo tanto, es más saludable para nuestro organismo ya que favorece la función renal o se recomienda para grupos de población como los ancianos, los niños o las embarazadas.
Segundo paso: el agua alcalina es mejor.
Una de las pruebas que se llevan a cabo para comprobar la calidad del agua consiste en medir su pH, que sirve para indicar si se trata de un agua ácida o alcalina. A grandes rasgos, que tampoco hay que entrar en demasiados tecnicismos, hablaríamos de alcalina cuando se sitúa por encima de los 7 puntos (ten en cuenta que la medida neutra es 7) y de ácidos cuando se encuentran por debajo de ese 7.
Para que te hagas una idea, el pH de la sangre o la leche materna es alcalina (entre 7.1 y 7.7); el del zumo de limón del 2,5 y el del café, 5, es decir, ácidos.
¿Cuál debe ser entonces el adecuado? Evidentemente la Unión Europea se ha pronunciado al respecto: debería situarse entre el 6,5 y el 9,9 para ser saludable. Asegúrate de que el agua que bebes esté dentro de esos valores. Spoiler: todos nuestros equipos producen agua alcalina ;)
Vale, ¿pero cómo consigo agua de calidad?
La respuesta es muy sencilla: optando por agua embotellada o por un agua tratada que se libere de todo tipo de químicos y partículas pesadas que se encuentran en los grifos de los núcleos de población, especialmente en las ciudades.
Sin embargo, con tantas opciones en el mercado, ¿con cuál quedarse? ¿Qué es el agua filtrada? ¿y la osmosis inversa?
A pesar de que todas las opciones intentan mejorar la calidad del agua, no todas lo hacen con el mismo éxito ni resultado. Te lo contamos.
Agua filtrada: ¿a qué nos referimos exactamente?
Otra de las opciones más comunes es el agua filtrada, que básicamente puede conseguirse de dos grandes formas: o bien utilizando un filtro de carbón activo (tipo jarra con filtro) o bien con la ósmosis inversa (un sistema de filtrado más complejo).
¿De qué depende cada una de las opciones? Básicamente de las necesidades del hogar y de la inversión que se quiera realizar, si bien la osmosis tiene el mismo coste de lo que accabamos gastando en los filtros a largo plazo.
Mientras que la osmosis elimina más partículas nocivas y aporta más nutrientes al agua (pero por contra requiere de una tecnología más compleja y por lo tanto, más costosa), la jarra con filtro es capaz de eliminar el mal sabor, AKA el cloro, y parte de la cal, pero no puede contra los nitratos, los sulfatos, los medicamentos, posibles hongos o bacterias, ni el resto de productos químicos que se encuentran en el agua en bajas concentraciones.
Además, debes tener en cuenta que una jarra tampoco está exenta de ‘mantenimiento’, ya que de no ser cuidadoso con el cambio de filtros nos exponemos a problemas más graves al ser un nido de hongos y bacterias.
Comparar ambos sistemas resulta, por lo tanto, imposible: la osmosis nos ofrece la solución más efectiva y la más saludable al tratar el agua en un mínimo de tres fases: una membrana que no deja pasar nada más que el H2O, el carbón activo que la filtra y un post filtro capaz de devolver al agua los minerales que se habían retenido en la membrana y que sí son beneficiosos para nosotros.
En cualquier caso, recuerda que cualquer gesto será mejor que el consumo excesivo de agua embotellada (con todo el plástico que genera), así que ponte manos a la obra y dale duro al cambio.